El Dios de los Ancianos

Publicado en Sermones Escritos

Un sermón predicado por Charles Haddon Spurgeon

El Dios de los Ancianos

 

Este sermón fue predicado también en su esencia en Stambourne, Essex, en la conmemoración del Jubileo de su abuelo, el señor JAMES SPURGEON, el martes 27 de Mayo de 1856.

"Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré." Isaías 46: 4.

El próximo martes subiré al púlpito para dirigirme a la congregación en circunstancias especiales; circunstancias que, acaso, ocurren raramente, y posiblemente no hayan ocurrido nunca antes. Habría sido más apropiado que el anciano ministro fuera quien se dirigiera a la congregación; sin embargo, como él lo decidió así, así ha de ser. Yo voy a buscar mi consolación en el versículo tercero, donde se declara que aunque Dios sea el Dios del término de nuestra vida, es también el Dios de su comienzo. Él nos lleva desde la matriz; por eso, el niño puede confiar en Dios, al igual que el que el hombre canoso. Y Aquel que otorga bendiciones especiales a las canas, también corona la cabeza de los jóvenes con Su perpetuo favor, si se trata de Sus hijos.

"Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré."

¿Me permiten exponerles la doctrina de este texto, para luego mostrarles cómo es implementado, especialmente en el tiempo de la vejez?

I. Yo sostengo que LA DOCTRINA DEL TEXTO ES: la constancia del amor de Dios, su perpetuidad, y su naturaleza inalterable. Dios declara que Él no es simplemente el Dios del santo joven; que Él no es simplemente el Dios del santo de edad mediana: sino que Él es el Dios de los santos en todas sus edades, de la cuna a la tumba. "Y hasta la vejez yo mismo"; o, como lo traduce Lowth más hermosa y apropiadamente: "Y hasta la vejez yo soy el mismo, y hasta las canas te soportaré."

La doctrina, entonces, es doble: que Dios mismo es el mismo, sin importar cuál sea nuestra edad; y que los tratos de Dios para con nosotros, tanto en la providencia como en la gracia, tanto cuando nos soporta como cuando nos guarda, son igualmente inalterables.

(1.) En cuanto a la primera parte de la doctrina, que expresa que Dios es el mismo cuando llegamos a la ancianidad, seguramente no tengo necesidad de demostrárselos. Abundantes testimonios de la Escritura declaran que Dios es un ser inmutable, sobre cuya frente no hay una sola arruga debido a la edad, y cuya fortaleza no se debilita por el paso de las edades; pero si necesitáramos pruebas, podríamos mirar a la naturaleza en cualquier parte, y a partir de allí deberíamos adivinar que Dios no cambiará durante el breve período de nuestra vida mortal. ¿Acaso me parece algo difícil que Dios sea el mismo durante setenta años, cuando descubro muchas cosas en la naturaleza que han retenido el mismo perfil e imagen durante muchos años más?


 

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