A primera vista, las características de los movimientos de avivamiento varían extensamente; tal vez como resultado de diferentes escenas, de hecho pareciera que Dios se deleita en la variedad. Sin embargo, en un análisis más profundo, hay factores constantes que podemos reconocer en todos los avivamientos bíblicos y post-bíblicos, cualesquiera sean sus escenarios históricos, raciales y culturales. Son cinco y los describiré a continuación: 1. Conciencia de la Presencia de Dios La primera característica, que es fundamental en el avivamiento, es la percepción de que Dios se ha acercado maravillosamente en Su santidad, misericordia y poder. Esto se siente como el cumplimiento de la oración de Isaías 64:1y 2: “¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes… para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!”. Dios “viene”, “visita” y “se acerca” a Su pueblo y revela Su majestad. El efecto que causa es el mismo que causó en Isaías: cuando vio “al Señor sentado en un trono” y escuchó a los ángeles cantar “Santo, santo, santo”, con fuerza clamó “¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” (Is. 6:1-5). Es con esta anhelante manifestación abrazadora de la Presencia de Dios que comienza el avivamiento, y por la continuación de ella que el avivamiento es sostenido. 2. Responsabilidad con la Palabra de Dios La percepción de la Presencia de Dios imparte nueva autoridad a Su verdad. El mensaje de las Escrituras, que tal vez antes estaba haciendo sólo un impacto superficial, ahora escudriña a cada uno de sus oidores y lectores en lo más profundo de su ser. La declaración de que “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12) se verifica una y otra vez. El mensaje de Dios (el llamado del Evangelio al arrepentimiento, la fe y la santidad, a la oración y la adoración, el testimonio y la alabanza) se autentifica sin ambigüedad a la conciencia de los hombres, y no hay lugar para medias tintas en la respuesta. 3. Sensibilidad al pecado Una conciencia profunda de las cosas pecaminosas y de cuán pecaminosos somos es la tercera característica a notar de un avivamiento. Ningún brote de interés religioso o emociones merece el nombre de avivamiento si en su corazón no hay una profunda percepción del pecado. Dios viene y el consecuente impacto de Su palabra hace a los cristianos mucho más sensibles al pecado de lo que eran antes: las conciencias se ablandan y hay una profunda humillación. La perversidad, la fealdad, la inmundicia y la culpa del pecado se ven y se sienten con nueva viveza. Bajo las condiciones de un avivamiento las conciencias son tan revividas que la convicción de pecaminosidad de cada persona se hace fuerte y terrible, y hasta puede incluir agonías mentales más allá de lo imaginable hasta que pasen. El Evangelio del perdón a través de la cruz de Cristo se hace tan amado como nunca antes, mientras la gente ve su necesidad de éste de manera mucho más clara. Pero la convicción de pecado es un medio, no un fin: el Espíritu de Dios convence de pecado con el fin de presentar el arrepentimiento, y una de las características más llamativas de los movimientos de avivamiento es la profundidad de arrepentimiento a la que tanto santos como pecadores son guiados. El arrepentimiento, como sabemos, básicamente es no gemir y tener remordimiento sino volverse y cambiar. Los oidores de Pedro en el día del Pentecostés estaban “compungidos de corazón”, lo que literalmente significa causar con un golpe violento una vívida imagen de una experiencia profundamente penosa. Destrozada, la congregación clamó “Hermanos, ¿qué haremos?”. Pedro les mostró el camino de la fe, el arrepentimiento y el discipulado a través de Jesucristo, y tres mil de ellos lo tomaron (Hechos 2:37-41). El avivamiento siempre incluye una fuerte percepción de la propia pecaminosidad, que guía a un arrepentimiento profundo y a abrasar de corazón al Cristo glorificado, amoroso y perdonador. 4. Vida en comunidad Una iglesia avivada está llena de la vida, el gozo y el poder del Espíritu Santo. Con la llegada del Espíritu, viene la compañía de Cristo al centro de nuestra a alabanza y devoción: el Cristo glorificado se nos revela, se hace conocido, amado, servido y exaltado. Marcas recurrentes de un pueblo que experimenta un avivamiento son el amor y la generosidad, la unidad y el gozo, la convicción y la audacia, un espíritu de alabanza y oración, una pasión para alcanzar y ganar a otros. En esa forma está el poder divino con sus predicadores, un poder que no tiene nada que ver con la elocuencia natural. 5. Un testimonio fructífero El avivamiento siempre trae un desborde evangelístico y ético al mundo. Cuando Dios reaviva a la iglesia, la nueva vida fluye desde ella para la conversión de los de afuera y la renovación de la sociedad. Los cristianos se vuelven intrépidos en el testimonio e incansables en el servicio a su Salvador. Proclaman por dicho y obra el poder de la nueva vida, ganan almas y surge una comunidad de conciencias conforme a los valores cristianos. Además, en tiempos de avivamiento Dios actúa en forma rápida, Su trabajo se acelera. La Verdad se propaga y la gente es regenerada y crece en Cristo con una rapidez sorprendente. Conclusión Estos son a grandes rasgos los patrones por los cuales los movimientos genuinos de avivamiento se identifican. Los cristianos en consecuencia del avivamiento viven en la Presencia de Dios (coram Deo), se ocupan en Su Palabra, sienten una aguda preocupación por el pecado y la justicia, se gozan en la seguridad del amor de Cristo y en su salvación, son constantes en la alabanza espontánea y no se cansan de testificar y servir, alimentando estas actividades por la oración y la adoración. La gran pregunta es si el avivamiento se muestra en verdad en la vida de los cristianos de manera individual o en las comunidades, si esta cualidad de la vida cristiana está presente o no.