QUE ES EL PRESBITERIANISMO? I

Escrito por Charles Hodge, D.D., Pubicado en Iglesia

DISCURSO DADO ANTE LA SOCIEDAD HISTÓRICA PRESBITERIANA EN SU REUNIÓN DE ANIVERSARIO, EN FILADELFIA, EN LA NOCHE DEL MARTES, 1 DE MAYO 1855. POR EL REV. CHARLES HODGE, D.D.

QUE ES EL PRESBITERIANISMO? I

Primera entrega.

Hermanos: Nos reunimos esta tarde como sociedad histórica presbiteriana. Se me ha ocurrido que no sería inapropiado debatir la cuestión, ¿Qué es el presbiterianismo? Ustedes no esperan de mí un discurso ceremonial. Mi objetivo no es convencer o persuadir, sino exponer. Propongo ocupar las horas dedicadas a este discurso en un intento de desvelar los principios de ese sistema de gobierno de la Iglesia que nosotros, como presbiterianos, sostenemos que están establecidos en la Palabra de Dios. Dejando a un lado erastianismo, que enseña que la Iglesia es sólo una forma del Estado; y los cuáqueros, que no provén para la organización externa de la Iglesia, sólo existen cuatro teorías fundamentalmente diferentes sobre el asunto del gobierno de la Iglesia.

La teoría papal, que asume que Cristo, los apóstoles y los creyentes, constituyeron la Iglesia mientras nuestro Salvador estuvo en la tierra, y esta organización fue designada para ser perpetua. Después de la ascensión de nuestro Señor, Pedro se convirtió en su Vicario, y tomó su lugar como cabeza visible de la Iglesia. Esta primacía de Pedro, como obispo universal, es continuada en sus sucesores, los obispos de Roma, y el apostolado se perpetúa en el orden de los prelados [e.d. obispos]. Al igual que en la primitiva Iglesia nadie podía ser apóstol sin que estuviera sujeto a Cristo, así ahora nadie puede ser prelado sin estar sujeto al Papa. Y como entonces nadie podía ser cristiano sin estar sujeto a Cristo y los apóstoles, así ahora nadie puede ser cristiano sin estar sujeto al Papa y a los prelados. Esta es la teoría romana de la Iglesia: el Vicario de Cristo, el Colegio perpetuo de los apóstoles y las personas sujetas a su control infalible.

2. La teoría episcopal asume la perpetuidad del apostolado como poder de gobierno en la Iglesia, la cual, por consiguiente, consiste en aquellos que profesan la religión verdadera y están sujetas a los apóstoles-obispos. Esta es la forma anglicana o de la Alta Iglesia de esta teoría. En su forma de la Baja Iglesia, la teoría episcopal simplemente enseña que originalmente había un triple orden en el ministerio, y que esto debe ser también ahora. Pero no afirma que el modo de organización sea esencial.

3. La teoría independiente o congregacionalista incluye dos principios: primero, que el gobierno y el poder ejecutivo en la Iglesia está en la congregación, y en segundo lugar, que la organización de la Iglesia está completa en cada asamblea de culto, la cual es independiente de los demás.

4. La cuarta teoría es la Presbiteriana, que es nuestro asunto actual tratar de desvelar. Las tres grandes negaciones del presbiterianismo –es decir, los tres grandes errores que negados– son:

1. Que todo el poder de la Iglesia reside en el clero.

2. Que el ministerio apostólico es perpetuo.

3. Que cada congregación cristiana individual es independiente.

La declaración afirmativa de estos principios es: 1. Que el pueblo tiene derecho a una parte sustantiva en el gobierno de la Iglesia. 2. Que los presbíteros, que ministran la Palabra y la doctrina, son los oficios permanentes más altos de la Iglesia, y todos pertenecen al mismo orden. 3. Que la Iglesia externa y visible es, o debería ser, una, en el sentido de que la parte menor esté sujeta a la mayor, y la mayor al conjunto. No es el mantener uno de estos principios lo que hace al presbiteriano, sino el mantenerlos todos. I. El primero de estos principios tiene que ver con el poder y los derechos del pueblo. En cuanto a la naturaleza del poder de la Iglesia, es preciso recordar que la Iglesia es una teocracia. Jesucristo es su cabeza. Todo el poder se deriva de Él. Su Palabra es nuestra constitución escrita. Todo el poder de la Iglesia es, por tanto, en propiedad, ministerial y administrativo. Todo se ha de hacer en el nombre de Cristo, y en conformidad con sus instrucciones. La Iglesia, sin embargo, es una sociedad distinta del Estado que se gobierna a sí misma, que tiene sus oficiales y leyes, y, por consiguiente, un gobierno administrativo propio. El poder de la Iglesia tiene que ver: 1. Con las cuestiones de doctrina. Tiene potestad para exponer públicamente las verdades que cree, y que han de ser conocidas por todos los que entran en su comunión. Es decir, tiene potestad para formular credos o confesiones de fe, como testimonio suyo de la verdad y su denuncia contra el error. Y como ha sido comisionada para enseñar a todas las naciones, tiene la potestad de seleccionar a los maestros, juzgar su idoneidad, ordenarlos y enviarlos a la obra, y volverlos a llamar y deponerlos si son infieles. 2. La Iglesia tiene poder para establecer las normas para la ordenación del culto público. 3. Ella tiene el poder para dictar las normas de su propio gobierno, como las que cada Iglesia tiene en su Libro de la Disciplina, Constitución, o cánones, & c. 4. Ella tiene el poder para recibir a comunión y para excluir de la misma a los que son indignos. Ahora, la pregunta es, ¿dónde reside poder? ¿Pertenece, como romanistas y episcopales afirman, exclusivamente al clero? ¿Tienen potestad para determinar lo que la Iglesia ha de creer, lo que ha de profesar, lo que tiene que hacer, y a quiénes ha de recibir como miembros y a los que ha de rechazar? ¿O es que el poder reside en la Iglesia misma, es decir, en todo el cuerpo de fieles? Esto, como se verá, es una cuestión primordial, una que toca la esencia de las cosas, y determina el destino de los hombres. Si todo el poder de la Iglesia reside en el clero, el pueblo está en la práctica obligado a una obediencia pasiva en todos los asuntos de fe y conducta, por cuanto es negado entonces todo derecho al juicio privado. Si se confiere a toda la Iglesia, entonces el pueblo tiene derecho a una parte sustantiva en la decisión de todas las cuestiones relativas a la doctrina, culto, orden y disciplina. La afirmación pública de este derecho del pueblo, en el momento de la Reforma, conmovió toda Europa. 

Era una trompeta apocalíptica, es decir, una trompeta de la revelación, tuba per sepulchra sonans, llamando a las almas muertas a la vida; haciéndoles tomar conciencia acerca del poder y de la potestad; del poder de conferir el derecho; y de imponer la obligación de afirmarlo y ejercerlo. Este fue el final de la tiranía de la Iglesia en todos los países verdaderamente protestantes. Fue el final de la teoría de que el pueblo estaba obligado a la sumisión pasiva en materia de fe y conducta. Fue la libertad a los cautivos, la apertura de la prisión a los que estaban presos; la introducción al pueblo de Dios a la libertad con que Cristo los hizo libres. Ésta es la razón por la cual la libertad civil sigue a la libertad religiosa. La teoría de que todo el poder de la Iglesia reside en una jerarquía constituida por Dios engendra la teoría de que todo el poder civil reside, por derecho divino, en los reyes y nobles. Y la teoría de que el poder de la Iglesia reside en la Iglesia misma, y que todos los oficiales de la Iglesia están al servicio de la Iglesia misma, por necesidad engendra la teoría que confiere el poder civil al pueblo y que los magistrados son funcionarios civiles del pueblo. Dios ha unido ambas teorías y nadie las puede separar. Por lo tanto, por un instinto infalible, el infortunado Carlos de Inglaterra dijo que “No hay obispo, no hay rey,” con lo cual quería decir que si no hay un poder despótico en la Iglesia, tampoco puede haber poder despótico en el Estado; o que si hay libertad en la Iglesia, habrá libertad en el Estado.

 

Traducido por Jorge Ruiz

Sobre el Autor

Charles Hodge, D.D.

Charles Hodge, D.D.

N. en Filadelfia (Pennsylvania). Hijo menor de una familia de cinco hijos, bien pronto conoció la desgracia al quedar huérfano de padre a la edad de seis meses. De modo que toda la educación y cuidado del niño recayó sobre la madre, María Blanchard, descendiente de hugonotes franceses, heredera del fuerte carácter y viva religiosidad de éstos, ejercerá una poderosa influencia sobre el más pequeño de sus hijos. Presbiteriana convencida, educó a su familia en la Fe de Westminster, fe de la cual hijos y nietos nunca llegaron a apartarse.

 Convertido a la edad de 18 años, como resultado de un avivamiento mientras estudiaba en el College de Princeton en 1815, Charles se matriculó en el seminario en 1816, junto a otros veintiséis estudiantes, bajo la enseñanza de los dos únicos profesores de aquel entonces, Alexander y Miller. Hodge llegó a ser un fiel discípulo de Alexander de quien se puede decir que aprendió todo: un conocimiento sólido del calvinismo unido a una ferviente espiritualidad evangélica, junto a una rigurosa adaptación de la filosofía escocesa del sentido común, que el seminario mantuvo hasta el final.

 Graduado el 28 de septiembre de 1819, recibió, un mes más tarde, la licencia para predicar el Evangelio. Un fuego ardía en su pecho: la salvación de almas y la propagación de la sana doctrina. Así que cuando se le propuso como profesor asistente de Literatura Bíblica y Exégesis, en el seminario del que acababa de graduarse, rechazó el ofrecimiento, ya que para él no había privilegio mayor que la predicación del Evangelio. Anotamos esto porque su merecida fama como teólogo sistemático tiende a anular sus muchos otros merecimientos como hombre de Iglesia. Además su voluminosa teología sistemática apareció casi al final de su vida, fruto maduro de toda una vida de acción y servicio al pueblo de Dios. En su propia época Hodge se hizo admirar más por otros muchos merecimientos que por los que su obra cumbre le reportó.

 Tan pronto como en 1820 lo vemos enseñando en Princeton junto a sus dos antiguos profesores, Alexander y Miller. Tal fue el efecto que produjo sobre ellos que éstos le recomendaron a la Asamblea de la Iglesia como profesor regular.

 En el año 1822 se casó con Sara Bache, fruto directo de sus labores evangelísticas, pues había sido convertida por medio de una de sus predicaciones. La feliz pareja tendrá ocho hijos.

 Hodge dedicó más de medio siglo de su vida a la enseñanza y preparación de candidatos al ministerio cristiano. Se calcuca que unos 3000 estudiantes pasaron por sus clases durante esos cincuenta años. El día que se conmemoró semejante acto todas las tiendas y negocios de Princeton cerraron sus puertas para manifestar su admiración y respeto por el homenajeado. Hodge solamente se ausentó de su cátedra de enseñanza durante un período de dos años, que aprovechó para estudiar en instituciones de Europa. La motivación de este paso surgió de su sincero convencimiento de lo inadecuado de su preparación en lenguas bíblicas y orientales y en crítica bíblica, propia de la erudición teológica germana. Así que, en 1826, por el nombre y la buena reputación del seminario y en interés de su propia formación teológica, decidió marchar a Francia y Alemania para estudiar con los mejores profesores en el campo de las ciencias bíblicas. En Alemania estudió el idioma con el joven George Müller (v.), sin que aún pudiera adivinarse el futuro líder de los Hermanos y fundador de los célebres orfelinatos. También tuvo ocasión de oír predicar a F.D.E. Schleiermacher (1768-1834), el padre del liberalismo religioso moderno.

 Hodge dio una orientación definitivamente científica a su labor teológica, en el sentido de estudio riguroso y bien articulado, en la mejor tradición de la teología cristiana de todos los tiempos.

No fue sólo un teólogo sistemático preocupado por poner en orden la multitud de textos bíblicos respecto a las diversas verdades doctrinales de la fe cristiana, fue también un insuperable comentarista. De ello dan fe sus admirables comentarios a Romanos, Efesios, 1ª y 2ª Corintios. En ellos se revela el erudito minucioso, el conocedor de los idiomas originales, el teólogo capaz de traer los detalles a la luz de su plan general, el pastor de almas, siempre a la escucha de la voz del Maestro.

 Consumó la gran obra de su vida con la publicación en tres volúmenes de su Systematic Theology (1872), justamente seis años antes de su muerte. Permanece como la más efectiva presentación americana del calvinismo evangélico, de modo que aún hoy continúa utilizándose. "Las dificultades nunca parecen complicadas en las manos de Hodge -escribe el pastor del Metropolitan Tabernacle de Londres, Peter Masters-. Aquí, la teología sistemática ofrece una sonrisa amistosa".

 Murió el 19 de junio de 1878.

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