“Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:4).
Cuando queremos impresionar a alguien con la verdad de lo que vamos a contar, decimos: “Sé que es verdad, porque lo he vivido. Lo he visto con mis propios ojos” Esto es lo que dice el apóstol Juan en su primera carta: “Sé que lo que cuento acerca de Jesús es verdad, porque lo he visto con mis ojos, lo he oído con mis oídos, lo he tocado con mis manos” (v. 1 y 3). Juan había vivido con Jesús durante tres años y cuenta su experiencia. No se lo inventa. Es real. ¿Por qué tan enfático? ¡Porque lo que va a contar es extraordinario! ¡Va a decir que Dios se hizo visible y vino a este mundo! “La Vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la Vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó” (v. 3). La Vida que ha estado eternamente con el Padre se hizo hombre y vino a este mundo. ¿Por qué? Para que pudiésemos tener comunión con Dios. Dios es sociable.
Quiere tener comunión con nosotros. ¡Qué bueno pensar que el eterno Dios quiere tener comunión conmigo! Y esta comunión da gozo (v. 4).
Pero hay una pega. Jesús nos lo explica: “Dios es Luz” (v. 5). Dios es luz y nosotros no lo somos. ¿Cómo, pues, podemos tener comunión con Él? La Luz no puede tener comunión con la oscuridad. Si nosotros tenemos pecado, Dios no puede tener comunión con nosotros. Así de sencillo. Para tener comunión con Él hemos de confesar nuestro pecado, pero si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, le llamamos mentiroso a Dios, quien afirma que sí lo tenemos, y no tenemos comunión con Él. Pero si lo confesamos tenemos perdón, comunión con Dios y comunión con otros creyentes.
La gente de la calle no reconoce que tienen pecado. El otro día estábamos hablando de esto con un hombre mayor, muy simpático. Su hija, que le acompañaba, se indignó y dijo: “¡Mi padre no tiene pecado!” ¡Y luego piensan que tienen comunión con Dios! Pero nosotros que somos creyentes, tenemos que pasar por el mismo tubo, porque para tener comunión con Dios tenemos que reconocer nuestro pecado, confesarlo, y vivir una vida correcta. Tenemos que vivir en la luz porque Dios es luz y para tener comunión con Él, hemos de andar en luz.
Dios quiere que tengamos comunión con Él, gozo en esta comunión, y comunión con otros creyentes. Por eso envió a Jesús, el Verbo eterno, del cielo, a derramar su sangre. “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (v. 7). ¡Que Dios nos dé mucho gozo hoy en una profunda comunión con Él!
¿Tienes tú esta comunión? Se sabe si la hay o no por el gozo. Si falta, ¡ya sabes lo que has de hacer!