Pablo está escribiendo esta carta siendo prisionero, pero está lleno de gozo. No sé si a los filipenses les extrañaba que Dios no hubiese enviado un terremoto o un ángel del cielo para librarle de sus presiones en Roma como lo había hecho la vez anterior cuando estaba encarcelado en Filipos. ¡Que emocionante había sido! ¡Toda la cuidad sacudida por el poder de Dios, la dinamita del evangelio! Impresionó tanto al carcelero que cayó de rodillas preguntando qué tenía que hacer para ser salvo. La lección aquí es que Dios puede hacer un milagro una vez, pero no necesariamente lo hace la vez siguiente. Su actuación es siempre diferente. Contábamos con el milagro, y he aquí, Dios no hace nada. El no actuar no es menos una decisión de su sabia soberanía. En el segundo caso, el Señor dejó a Pablo en calidad de prisionero para introducir el evangelio en Roma, empezando con la guardia romana y después llegando al emperador. Si Dios actúa o no actúa, plan tiene.
Volviendo a Pablo, su estado emocional nos impresiona. Podría estar pensando en sus circunstancias negras e injustas, y sentir lástima de si mismo, pero ¡qué va!: está lleno de gozo. Su mente está puesta en los filipenses, no en sí mismo. Está orando por ellos, y el solo hecho de acordarse de estos hermanos, de Lidia y su familia, del carcelero romano y su familia, y de recordar cómo Dios ha hecho prosperar y crecer la iglesia en Filipos, le invade el gozo. Está agradecido por su compañerismo en el evangelio. No se siente solo en sus prisiones, sino acompañado por ellos, por medio de la oración. Está lleno de fe, "persuadido de que el que comenzó en ellos la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (v. 6). Está lleno de amor. Les dice: "Os tengo en el corazón" (v. 7), y: "Dios me es testigo de cómo os amo a todo vosotros con el entrañable amor de Jesucristo" (v. 8).
Ellos, al recibir esta carta, tenían que haber estado muy contentos al saber que tienen un hermano que está orando por ellos, que les ama, que tiene fe en que van a seguir creciendo en su relación con el Señor, qué está agradecido a Dios por ellos, y que siente gozo cada vez que se acuerda de ellos. Es muy bonito saber que alguien siente todo esto hacia nosotros. Ellos se emocionan y dan gracias a Dios por Pablo, y Pablo se emociona y da gracias a Dios por ellos. Aunque les separan miles de kilómetros, están unidos en el amor de Dios y se gozan los unos en los otros.
Así es para nosotros; cuando nos acordamos de nuestros hermanos, sentimos amor, gozo, y agradecimiento a Dios por su comunión en el evangelio. Estamos persuadidos de que Él que comenzó en ellos la buena obra la perfeccionará hasta el día de Cristo. Así superamos los roces y nos gozamos en la comunión con ellos.