Entre los cristianos suele darse un error muy común: se trata de colocar la práctica de la religión en los deberes que se consideran más altos y sublimes, según su propia estimación, tales como la fe, la esperanza y la oración, y se infravalora la práctica de otros considerados de menor rango, tales como el contentamiento, morir al mundo y la caridad con el pobre, los cuales no se ven como muy esenciales para ser cristiano.